ECONOMÍA
 
Paraísos fiscales, zonas francas, tráficos ilícitos (2008-2012)

 

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El Caribe insular, tanto como su franja continental, tiene fama de ser una de las regiones del mundo con mayor número de espacios que dan refugio a regímenes de excepción de toda índole: zonas de libre comercio, duty free, paraísos fiscales, centros financieros offshore.

Zona de libre comercio no es lo mismo que paraíso fiscal. Las primeras, en un área geográfica delimitada, abarcan tanto los pequeños almacenes del puerto de Jarry en Guadalupe, como los centenares de hectáreas de Colón en Panamá. Paraísos fiscales y centros financieros offshore cubren a menudo una isla entera o un Estado. Abundan los privilegios, las inmunidades comerciales, aduaneras o fiscales, los estatutos particulares de todo tipo, perfectamente legales aunque no se atengan al derecho común, hasta el punto de que los territorios que carecen de ellos son vistos como «rara avis». Un «paquete de ventajas», a cuya sombra prosperan el fraude y los trapicheos de toda clase, puede sustituir a una simple dispensa arancelaria o fiscal. Entre lo derogatorio y lo ilegal, lo ultra liberal y lo abusivo el límite es a menudo impreciso. Pero no cabe la menor duda de que la región goza de unas condiciones eminentemente favorables.

Los gigantescos flujos de capitales y de mercancías generados por el sistema económico y financiero americano, alimentan numerosas zonas y fomentan intercambios que, pese a situarse fuera de la ley común, mantienen con el gigante americano una relación simbiótica, compleja, ambigua y cambiante. Las rutas del eje Atlántico-Pacifico se cruzan en el istmo panameño donde convergen también las rutas de un doble eje América del Norte-América del Sur, uno que pasa por el istmo y el otro por las islas. La región se convierte así en un lugar de convergencia por donde transitan un sinnúmero de mercancías y de actividades. Ensamblaje y distribución de productos variados (Colón o Miami), tráfico de drogas, de armas, de capitales, contrabando de productos procedentes del Sudeste asiático.

Los numerosos micro Estados de la zona, los que tienen pocos recursos, intentan sacar provecho de su ubicación, en distinto grado y con mayor o menor éxito. En una incesante escalada, cada uno trata de atraer el maná extranjero. El cliente y el inversor son los reyes del mambo, estudian y comparan sin complejos
todas las ventajas y todas las ofertas. El cliente particular el industrial, el armador, la sociedad offshore, el turista, sin olvidar al narcotraficante o a los gánsteres mafiosos que blanquean el dinero sucio con absoluta impunidad, todos encuentran ahí cuantiosas ventajas.

Santo Domingo ha duplicado las zonas industriales de libre comercio. Bahamas y San Martin apuestan por el turismo de shopping gracias a las exoneraciones de tasas. Las islas Caimán, Turcas y Caicos, atraen capitales y empresas con exorbitantes facilidades bancarias y fiscales. Panamá tiene la cuarta flota marítima mundial gracias a una legislación extraordinariamente permisiva.

Se ha trabajado duro en las cumbres internacionales y en varios organismos, para poner coto al offshore financiero que cubre un amplio abanico de actividades, desde la ingeniería financiera sofisticada y librarse de pagar impuestos, para las grandes empresas inclusive, hasta el blanqueo de dinero sucio. Se han adoptado varias medidas de transparencia y de intercambio de datos, se han establecido listas de clasificación de países para influir en los Estados más opacos. Pese a tantos esfuerzos, el FMI calcula que la mitad de las transacciones financieras internacionales transitan por centros financieros extraterritoriales. En todas las clasificaciones, las islas Caimán y varias islas del Caribe, entre las cuales figuran las islas Vírgenes británicas, ocupan los primeros puestos.

 

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Autores : Patrice Roth, Pascal Buleon

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