POBLACIÓN
 
Transiciones demograficas (2012)

 

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Las importantes densidades de población del archipiélago, acentuadas por su localización en el litoral y la urbanización, el número de jóvenes que llegan a un mercado laboral reducido e inadaptado, empujaron a los estados del archipiélago y a algunos estados de Centroamérica a implementar, en las últimas décadas del siglo XX, unas políticas orientadas a limitar el incremento demográfico, actualmente ligeramente inferior al promedio mundial.

Todos los Estados habían alcanzado la segunda fase de la transición demográfica a finales del siglo XX, e iban acercándose incluso al final de la transición demográfica. En el año 2012, casi todos están en la tercera fase de la transición demográfica. Sólo algunos siguen aún en la segunda, esencialmente los Estados continentales, Haití y la República Dominicana. En toda la zona excepto Haití, se puede observar un descenso del índice de natalidad, a veces lento, pero innegable, (alrededor del 20‰). Esa compleja evolución no puede ser atribuida a una sola causa. El importante esfuerzo de escolarización, tanto de niñas como de niños, desempeña un papel especial. La acelerada urbanización de las últimas décadas facilita también esta escolarización. El fenómeno favorece el retraso de la edad del matrimonio y, por consiguiente, un descenso del índice de fecundidad. Se añade a ello, la difusión a través de los medios de comunicación, de modelos culturales que van en la misma dirección.

Se suele relacionar el nivel de desarrollo económico con la situación demográfica. Si en el Caribe se dan situaciones parecidas, se notan también importantes excepciones. Haití, asolado por la catástrofe y por su situación endémica se atiene a la regla común. Tiene el índice de mortalidad más elevado de la cuenca, la esperanza de vida más baja y los índices de natalidad y número de hijos por mujer más elevado del archipiélago. Cuba, en cambio, no sigue las mismas pautas: aunque está encasillado en la categoría de los países pobres, el PNUD señala un nivel de desarrollo humano y una esperanza de vida altos, pero unas tasas de natalidad, de mortalidad y de fecundidad particularmente bajas, con lo que se acerca a los países más desarrollados. Un fin de la transición demográfica que va parejo con el aumento de la población, dibujan un panorama con fuerte presencia de los jóvenes. Las evoluciones se notan también a través del porcentaje de jóvenes menores de 15 años. En los países del istmo son más del 30% y, alrededor del 20%, para un grupo tan heterogéneo de Estados tales como los Estados Unidos con un 20%, Cuba con un 17%, Martinica con un 20%, Barbuda con un 17% y las islas Caimanes con un 19%. El grupo de edad de los mayores de 65 años es reducido (menos del 16% en todos los países), y ello, aunque los esfuerzos para atajar las grandes pandemias y mejorar la situación sanitaria hayan contribuido al alargamiento de la esperanza de vida. A pesar de las desigualdades, el nivel de alimentación es satisfactorio aunque en algunos lugares se note cierto desequilibro en beneficio de los tubérculos y de las cereales. El índice de mortalidad baja y la existencia de unos cuantos individuos mayores de cien años en Martinica o Puerto Rico no es mera anécdota. En efecto, la zona del Caribe se sitúa, en la mayoría de los casos, por encima del promedio mundial en lo que se refiere a la esperanza de vida.

En las pequeñas islas persisten los problemas particulares relativos a la insularidad, al escaso número de personas y a los limitados medios financieros que a menudo dificultan la instalación de centros de atención sanitaria eficientes.

La cuenca del Caribe, sigue siendo, sin embargo, una tierra de contrastes, que demuestran lo compleja que es la evolución de las poblaciones. Aplicar esquemas mecanicistas demasiado generales es inútil. Las mentalidades, las tradiciones, pero las políticas voluntaristas también, pueden influir en los comportamientos demográficos mucho más de lo que dejan suponer las simples estadísticas económicas.

Autores : Monique Bégot, Pascal Buleon

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