POBLACIÓN
 
Un patchwork demográfico

 

La diversidad y heterogeneidad de las situaciones parecen tan normales en el paisaje demográfico del Caribe que fácilmente se podría caracterizarlo como “una muestra de la población del mundo”. Con casi 261 millones de habitantes en 2008, repartidos entre las numerosas islas de las Pequeñas y Grandes Antillas y los diferentes Estados continentales que costean el mar Caribe, la región aparece como un resumen de los varios estados actuales de la población mundial. Natalidad, mortalidad, esperanza de vida son tantos datos cuya evolución refleja la actualidad de una situación poblacional heredada de la transición demográfica que vivió o que vive hasta hoy tal o cual país. La heterogeneidad de los varios procesos que afectaron las transiciones demográficas de la zona del Caribe constituye en sí la originalidad de aquel espacio.

Mientras Europa empezaba su transición demográfica ya a fines del siglo XVIII, en el Caribe la evolución comenzó casi dos siglos más tarde, pero más rápidamente que en la vieja Europa, y hoy el proceso ha llegado a su fin en muchos países. También cabe poner de relieve las políticas que se aplicaron en algunos Estados: desarrollo de la red de agua potable, lucha sanitaria contra la malaria, mejora, incluso heterogéneo, del nivel de vida.

Al observar con más precisión las situaciones demográficas de unos y otros países, es posible clasificar los países de la zona del Caribe en tres grandes conjuntos que conocieron evoluciones similares.

1. Transición precoz

Ya a principios del siglo XX, Cuba, Barbuda, Anguila, Aruba y las Antillas neerlandesas, y más generalmente la totalidad de las Pequeñas Antillas iniciaron el proceso de transición demográfica. Muy influidas por los modelos europeos a través de una inmigración europea constante, las curvas de natalidad decrecían mientras subían las de mortalidad. Bajaba la fecundidad y el crecimiento natural quedaba alto todavía. Rápidamente, bajó la tasa de mortalidad a su vez, gracias a los progresos sanitarios, al desarrollo de los programas de salud, a la generalización de los planes de vacunación, y a la extensión de los cuidados médicos y divulgación de los antibióticos (años 1950).

El desarrollo de la urbanización también es un factor importante que favorece la difusión del progreso y el acceso a los cuidados médicos a la vez que induce un retroceso de la edad del matrimonio. Los importantes esfuerzos realizados por los gobiernos de la zona a favor de la escolarización han ayudado a generalizar los métodos anticonceptivos. A imitación de lo que ocurrió en los países que finalizaron su transición demográfica, los progresos benefician ante todo a las nuevas generaciones. Tras una fase lógica de aumento del número de nacimientos vivos, decrece fuertemente la mortalidad infantil, lo que conduce poco a poco a una disminución de la fecundidad, –no es tan necesario como antes tener un gran número de hijos para garantizar la supervivencia de la descendencia–. Hoy, aquellos países tienen perfiles demográficos muy parecidos a los de los países europeos, cuando no se ajustan –como lo hacen los DOM franceses– a la evolución observada en su metrópoli. Es así como Martinica y Guadalupe tienen el récord de esperanza de vida en la zona, con más de 77 años de promedio.

En la totalidad de aquellos territorios de “transición precoz”, el crecimiento natural (diferencia entre la tasa de nacimientos y la de defunciones) es reducido y la fecundidad de las mujeres no permite asegurar la sucesión de las generaciones. Barbados, con menos de 1,65 hijos por mujer, igual que Montserrat (1,22) o las islas Vírgenes británicas o americanas son algunas ilustraciones de las actuales situaciones en aquellos territorios. El crecimiento de la población es bajo, inferior a 1% en todos aquellos territorios, afectado en ciertos casos por una fuerte emigración.

En aquellos países de evolución precoz –respecto a los demás de la zona– se destaca un caso particular, Cuba. Cuba es un caso un poco atípico del punto de vista demográfico, puesto que todos los datos demográficos muestran una situación que puede parecer excepcional en el contexto caribeño. Con una transición que se inició durante los años 1950, es decir muy temprano respecto al resto de la zona, luego interrumpida durante la revolución castrista, y que se acabó durante los años 1980, el país tiene hoy el crecimiento natural más bajo de la zona (sólo 0,5% de crecimiento entre 2000 y 2005). Tiene una tasa de mortalidad relativamente baja (7,12), particularmente la tasa de mortalidad infantil que es una de las más bajas de la zona (menos de 6‰), inferior a la de los Estados Unidos (6,3‰). También tiene la fecundidad más baja (1,6 hijos por mujer) si se excluye el caso de Montserrat.1 La esperanza de vida es una de las más altas de la zona, lo que nos es reciente ya que durante los años 1930, la esperanza de vida en Cuba acercaba los 50 años, mientras que hoy todavía no excede los 26 años en la República Dominicana. Hoy día, Cuba está en la fase post-transicional y aparecen desde ahora los primeros indicios de envejecimiento.

Aquel conjunto de países que dejaron atrás las largas, y a veces complejas, fases de la transición, se encaminan hoy hacia una evolución parecida a la de la “vieja Europa”, es decir un envejecimiento inevitable de sus poblaciones, al tiempo que la mayoría de los países de la zona apenas acaban sus transiciones y que otros, menos numerosos, están en la fase final de la transición.

2. Transición clásica

La transición demográfica de la mayoría de los países del espacio caribeño, iniciada más tarde (años 1960) que en el esquema demográfico que se evocaba anteriormente, es también más clásica en el sentido en que los ritmos de evolución son menos rápidos y que los límites alcanzados quedan a un nivel mediano. México, Colombia, El Salvador, la República Dominicana, Jamaica, y por fin Trinidad y Tobago están en este caso particular.

Al principios de sus transiciones, aquellos territorios tenían tasas de fecundidad a veces muy altas (de 6 a 7 hijos por mujer), hoy el número de hijos se sitúa más bien entre 2 y 3, lo que, a pesar de todo, asegura la sucesión de las generaciones. La mejora de los métodos anticonceptivos y del acceso a los cuidados médicos, los progresos sanitarios, están, como dicho anteriormente, en el origen de la transición. Pero no es la única causa; las relaciones con las sociedades europeas han afectado el cambio de las estructuras familiares aunque la edad de la primera procreación siga joven, y hasta tiende a bajar desde los años 1960. En la mayoría de aquellos países, las mujeres son madres inmediatamente después del matrimonio –también tiende a bajar la edad del matrimonio–, situándose la edad de la primera procreación entre 20 y 24 años. Es una situación  propia de la zona, en la que las mujeres son madres temprano, sin que por ello tengan un gran número de hijos, combinando así el ideal occidental de la familia poca numerosa con potentes factores culturales que son una peculiaridad de la zona del Caribe y más generalmente de América Latina.

Decreció el número de nacimientos, igual que él de defunciones, sobre todo de niños. En 1950, fallecía 1 de cada 8 niños antes de alcanzar la edad de un año, la tasa de mortalidad infantil superaba los 100‰, hasta los 150‰ en la República Dominicana, Nicaragua o en El Salvador. Hoy, se sitúa la tasa de mortalidad infantil entre 15 y 20‰. Estas tasas todavía están elevadas, pero muestran sobre todo la heterogeneidad de las situaciones en el mismo interior de los países y de los grupos sociales. Así se observan grandes diferencias entre población autóctona y foránea, medio rural y medio urbano, lo cual ha favorecido las clases más pobres mediante una facilidad de acceso a los cuidados. Las diferencias son, a veces, importantes, particularmente en los grandes territorios como Venezuela o Colombia. La esperanza de vida al nacer aumentó mientras que bajaba la mortalidad, y los resultados observados muestran un crecimiento de de casi 20 años. Actualmente, la esperanza de vida en la región está encima del promedio mundial. En aquellas condiciones de baja de los índices de nacimiento y de defunciones, el crecimiento natural de la población ha bajado lenta y regularmente.

Sin embargo, cabe notar que el porvenir queda incierto, particularmente en lo que se refiere al número de defunciones y a la evolución de la tasa de mortalidad, ya que el VIH/SIDA causa estragos en algunos territorios. Los países de la zona más afectados pierden 5 años de esperanza de vida de promedio. La prevalencia2 es alta en algunos países y afecta las tasas de mortalidad. En países como Bahamas donde la prevalencia alcanza los 3,3% (una de las más elevadas de la zona del Caribe), es decir 10 veces más que en Francia (1,4%) pero igual que en Togo por ejemplo, la tasa de mortalidad resulta anormalmente elevada (más de 9‰) respecto a los demás índices. Trinidad está también en el mismo caso. El impacto del VIH es innegable en aquellos territorios donde las poblaciones ya poco numerosas, tras haber acabado su transición desde hace tiempo, se encaminan hacia un envejecimiento demográfico. Este último dato no explica por sí solo tales subidas de las tasas de defunciones. Únicamente un factor exterior como una pandemia puede contribuir a alzar la mortalidad. La situación es parecida en Trinidad y Tobago donde la prevalencia alcanza los 2,6‰, o sea más que en Ghana o Burkina Faso.

Trinidad es el único territorio de la zona que acusa una baja de la población desde 2000. El crecimiento natural no supera los 2,29%, es decir un resultado inferior a la gran mayoría de los crecimientos naturales logrados por los países de la zona. La importante tasa de mortalidad agravada por las defunciones debidas al VIH explica este resultado, al que conviene añadir, no obstante, el incipiente envejecimiento de la población que también amplifica las tasas finales de mortalidad. Por fin, la importante emigración también explica este pésimo resultado en cuanto al crecimiento demográfico.

Hoy, todos aquellos territorios casi finalizaron su transición demográfica. Bajó el número de nacimientos y defunciones y el crecimiento natural también tiende a bajar. La sucesión de las generaciones queda asegurada por tasas de fecundidad incluidas entre 2 y 3‰. Aquellos países todavía son jóvenes del punto de vista demográfico aunque empiezan a aparecer indicios de envejecimiento. En fin, conviene destacar la importancia y el impacto del Sida en algunos territorios.

La heterogeneidad de la zona del Caribe, tratándose de la población, es obvia, aun si algunos países tomaron juntos el mismo camino hacia la transición. Quedan países atrasados, territorios en los que la transición todavía es un tema de actualidad.

3. Transición tardía

Son los países más pobres de la zona los que están en fase de transición demográfica tardía. Para ellos, los procesos de transición todavía siguen siendo de actualidad. En estos países, el acceso a los métodos anticonceptivos resulta muchas veces limitado. Guatemala, Honduras y Haití figuran en este último grupo. Iniciaron una transición basada en niveles de fecundidad muy altos. De promedio, las mujeres daban a luz a entre 6 y más de 7 hijos, igual que en algunos países que tuvieron una transición clásica, pero a diferencia de estos países, la baja de la fecundidad es lenta, y quedan fuertes disparidades entre el medio rural y el medio urbano. El acceso a los métodos anticonceptivos y a los programas sociales se limita a la población urbana. Entonces, la norma sigue siendo una fecundidad alta. La mortalidad sigue una evolución similar, aunque la mortalidad infantil tendiera a decrecer fuertemente, pasando de más del 150‰ durante los años 1950 al 25/30‰ de promedio en la actualidad. Sin embargo estas tasas permanecen muy altas todavía. Los progresos sanitarios, los métodos anticonceptivos, las políticas públicas difícilmente penetran en las comunidades autóctonas que viven una vida de exclusiones y de alta pobreza en el medio rural. La esperanza de vida queda inferior a los 70 años.

En aquellos territorios de transición tardía, las tasas de crecimiento permanecieron estables hasta en la mitad de los años 1980, principalmente por dos razones. Primero porque no hubo evolución notable de la fecundidad y segundo porque la evolución de las tasas de natalidad y mortalidad fueron similares. La evolución sigue siendo lenta, y en este grupo, Haití aparece como un caso especial al ser tan deteriorada su situación demográfica.

Haití es el país más pobre de la zona, y aunque esté en marcha la transición, la mortalidad permanece alta (10,1‰) y la mortalidad infantil alcanza niveles más parecidos a los peores del continente Africano que a los del continente sud Americano (62,3‰). La recienta alza del precio de los alimentos de base no hace sino acentuar los riesgos de crecimiento de la mortalidad infantil. De hecho, la esperanza de vida es la más baja de la zona, y no excede los 60 años. Existe el riesgo de que no se mejore con rapidez este último índice ya que el Sida afecta fuertemente al país y particularmente a las mujeres jóvenes. Haití es el país más afectado del Caribe con una prevalencia que equivale a 4% de la población.

Respecto a los nacimientos, las tasas de natalidad y fecundidad están también en lo más alto de la escala, con respectivamente 35,7‰ y 4,8 hijos por mujer. Teniendo en cuenta estos resultados, el crecimiento de la población debería ser importante, pero cabe resaltar que debido a una fuerte emigración, el crecimiento del conjunto haitiano no es sino mediano.

Este último ejemplo, por su peculiaridad, ilustra la heterogeneidad del espacio caribeño. El espacio del Caribe es un patchwork demográfico, a veces complejo, que refleja la diversidad de las culturas, de las situaciones económicas y sociales, de los recursos y de las poblaciones.

Transición finalizada que reproduce los perfiles demográficos europeos, transición clásica o todavía pendiente, la actual situación de la población en la zona del Caribe tiende a aproximarse a los modelos de desarrollo demográfico occidentales. Los próximos objetivos que se deberán alcanzar se refieren al envejecimiento demográfico y a la gestión de los ancianos y de la dependencia de los mayores, a veces en proporciones mucho más importantes que las que gestionan hoy los países europeos.



1 El día 25 de junio de 1997, la parte sur de la isla de Montserrat fue destruida, como consecuencia de la erupción del volcán La Soufrière. La capital, Plymouth, fue devastada y las dos tercera parte de la población dejaron la isla que tenía aproximadamente 12 000 habitantes. Sólo 5000 regresaron y la demografía local fue fuertemente afectada por aquel accidente natural.

2 Prevalencia: en epidemiología, la prevalencia es un índice del estado de salud de una población durante un período determinado. Se calcula médiante una puesta en relación de la población total de una zona geográfica determinada con el número de casos de epidemia señalados en un momento dado en esta zona.

Autor(a) : Frédérique Turbout
Traducción :  : Alfred Regy

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