POBLACIÓN
Poblacion y densidades (2010-2011)
La zona caribe está fuertemente poblada aunque no alcance en su conjunto las fuertes densidades del noroeste de Europa o del sudeste del Extremo Oriente. Hay que añadir a esta apreciación general, matices muy importantes y la oposición entre las regiones continentales y el archipiélago. Las grandes concentraciones humanas son características de los estados continentales particularmente México que cuenta con ciento doce millones de habitantes, muy por encima de los 28,7 millones de Venezuela con un territorio dos veces menor. Es fuerte el contraste entre las Grandes Antillas que alcanzan los 37,5 millones de habitantes y las micro entidades como Barbuda y Saba que cuentan apenas con unos miles de almas. Cuba, la más poblada de las islas, cuenta con 11 millones de habitantes, Saba tiene 1.800. Bien distinto es el panorama que revelan las densidades. En las vastas extensiones de los estados continentales, son generalmente modestas aunque se hayan incrementado. En un período de veinte años, han pasado de una media de 40 a 45 habitantes por kilómetro cuadrado a 63 habitantes por kilómetro cuadrado. En las Grandes Antillas, las densidades medias son del orden de 200 habitantes por kilómetro cuadrado. Cuba, la más poblada y más grande de ellas tiene 102 habitantes por kilómetro cuadrado. Los estados del archipiélago tienen, la mayoría de las veces, densidades superiores a los 200 habitantes por kilómetro cuadrado para culminar con los 636 de Barbuda y, los 1025 habitantes por kilómetro cuadrado de Bermuda. Pero algunas islas suponen una excepción como Barbuda con 10,17 habitantes por kilómetro cuadrado. Esta presión demográfica se ejerce sobre los entomos más frágiles porque son los más poblados ya que las implantaciones humanas se efectúan sobre todo en la costa. La urbanización, los polígonos industriales, las zonas comerciales y las infraestructuras para los transportes han invadido los manglares y reducido su superficie. Esta concentración de poblaciones en las zonas costeras puede tener consecuencias catastróficas en caso de vendavales o de huracanes. Esta fuerte impronta humana sobre el Mar Caribe tiene consecuencias innegables, como lo demuestran varios informes mundiales realizados a principios del siglo XXI. Por el contrario, la mayor parte de los litorales de Mesoamérica están vacíos. Siguen manteniendo la imagen, acuñada en la época de los descubrimientos, de ser lugares insalubres y poco propicios al desarrollo humano. Desde el sur de la península de Yucatán hasta el golfo de Maracaibo, la costa es una larga franja desértica interrumpida, de trecho en trecho, por algunos puertos que más parecen escenarios de novelas que verdaderos sitios portuarios. Y a pesar de todo el modernismo que se ha querido desplegarse allí, Cancún, la gran estación turística, no es más que una excrecencia, una anomalía que no tiene nada que ver con su entorno. En ese aspecto, Venezuela es la excepción ya que más del 80% de la población vive en una estrecha franja cerca de un litoral más bien montañoso, pero cuyas actividades se orientan hacia el mar. Por motivos distintos, las Guayanas tienen escasa población pero con localizaciones muy concretas y densidades importantes, por lo cual se las compara a menudo con «islas». Unos contrastes profundos y múltiples dibujan los paisajes humanos del continente y de las islas. Hacen perceptible una lógica diferente en el funcionamiento del espacio, marcan e inducen relaciones diferentes con el mar Caribe y, más allá aún, de la región en su conjunto. El aumento de la población y la densidad evidencian una tendencia a largo plazo. Todo ello ha modificado los equilibrios anteriormente establecidos en las islas y, sobre todo en las más pequeñas y en los litorales. En las próximas décadas, se exigirán mayores capacidades a las sociedades para preservar y mantener la naturaleza. Arriba |
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