MOVILIDADES Y MIGRACIONES
 
Las movilidades resultantes de la apropiacion violenta: trata, corso y pirateria

 

1. Corso, piratería y contrabando

1.1. Los enemigos europeos de España legitimaron la guerra de corso y la piratería durante dos siglos

Durante el siglo XVI, fueron los españoles los únicos europeos que se apropiaron de manera duradera de los espacios caribeños tanto en las islas como en el continente. Las demás monarquías europeas intentaron apoderarse de las riquezas que provenían de aquella América nueva. Para lograr tal objetivo, sacaron partido de la guerra de corso y eligieron el espacio marítimo como lugar de contienda. Los corsarios, en posesión de "patentes reales de corso" inglesas o francesas, trataron de apoderarse de las riquezas que venían de América reservando parte del botín a sus reales comanditarios. Para éstos últimos, aquel tipo de intervenciones evitaba una declaración oficial de guerra contra España cuya infantería se consideraba como la mejor de Europa. Aquellos combates navales se parecían a audaces asaltos, los corsarios eran excelentes marineros, acostumbrados a la pelea en el mar y disponían de naves rápidas, aptas a la maniobra y bien armadas. Sus principales armas residían en la sorpresa, la rapidez y la violencia habitual en tales combates. Como los españoles habían fortificado sus principales puertos, era necesario que los corsarios manifestaran una gran audacia. Aquellos mismos corsarios se convertían en piratas cuando reunían a sus tropas de hombres "que no temían ni a Dios ni al Diablo" en barcos que no enarbolaban ningún pabellón. Así, los términos de corsario, pirata o filibustero podían designar a los mismos individuos según las circunstancias en las que desarrollaban sus actividades.

Francése ingleses se distinguieron así durante todo el siglo XVI. Los primeros se apoderaron en 1522 de una parte del tesoro de Moctezuma que provenía de la recién conquista de Tenochtitlán a costa de los Aztecas. Devastaron los principales puertos españoles desde 1530 hasta 1555.

La segunda mitad del siglo vio el triunfo de los corsarios ingleses tales como John Hawkins o Francis Drake quien devastó Nombre de Dios (istmo de Panamá) en 1572 y Cartagena (Colombia) en 1585.

El frecuente saqueo de los puertos españoles daba lugar a incendios, importantes rescates y botines proviniendo de bienes públicos como privados, los cuales se podían fácilmente convertir en dinero. Los asaltantes europeos recibían a veces la ayuda de los amerindios, en particular de los Kalinas de las Pequeñas Antillas, que solían armar expediciones guerreras a bordo de sus canoas rumbo a las Grandes Antillas en el norte y a la cuenca del Orinoco en el sur.

Aquellas frecuentes destrucciones de los principales establecimientos portuarios, como se sumaban a la captura de los galeones, causaban graves daños a la Corona española.

A principios del siglo XVII, perdieron los españoles el dominio de los mares de su vasto imperio. Aureolada con su victoria en el mediterráneo contra los turcos en Lepante (1571) la flota española se preparó al asalto de Gran Bretaña. El desastre de la Invencible Armada (1588) frente a los ingleses, significó el inicio de la irreversible decadencia de la marina de guerra española frente a su rival británica cada día más potente.

A partir de la segunda mitad del siglo XVII, los recién Países Bajos, en el ámbito de su guerra de liberación contra la Flandes española, se lanzaron en una aventura marítima que les convertiría en "carretero de los mares". Gracias a sus excelentes astilleros, Ámsterdam proveía buques robustos, baratos y construidos con rapidez: los buques holandeses iban a dominar el mercado de los intercambios marítimos en Europa durante el siglo XVII.

A partir de entonces, los piratas eran tanto holandeses como ingleses o franceses. Fue así como en 1628 los corsarios holandeses se apoderaron de una parte de la flotaen Matanzas (Cuba). En cuanto a Henri Morgan, saqueó Portobelo (1668) y sobre todo se apoderó de Panamá en 1671.1 Pero con la instalación de los europeos en las Antillas, las actividades de los corsarios terminaron por contrariar los planes de los colonizadores, aun cuando aquellos corsarios fuesen los iniciadores de estos planes antes de convertirse en piratas.

Corsarios y piratas necesitaban bases regionales. Las hallaban en las islas abandonadas por los españoles. Así, los archipiélagos de las Bahamas eran un buen sitio para interceptar la flotaa la salida del estrecho de Florida. Igualmente, los archipiélagos de las Islas Vírgenes, las Granadinas y las islas a la altura de las costas de Venezuela servían de refugio. En las pequeñas Antillas, aquellos forajidos debían negociar con los Kalinas para obtener el refresco de agua y varias frutas y verduras. Pero el sistema más acabado era el de los Hermanos de la Costa que reunía a los piratas de la isla de La Tortuga y a los bucaneros de la costa septentrional de Hispaniola. Estos últimos cambiaban la carne acecinada, otros alimentos y bebidas por dinero y por los despojos de los saqueos.

1.2. El contrabando o el fracaso del sistema del comercio exclusivo

Cada monarquía que obraba como colonizador en el Caribe se apoyó en una de las bases del mercantilismo: el monopolio para el pabellón nacional en todos los intercambios con sus colonias. Para España se trataba de implantar el largo circuito logístico de sus convoyes de oro y plata cuyos eslabones débiles eran los puertos y el trayecto marítimo. Con sus "Navigation Acts" de 1650 y 1651, Inglaterra estableció un monopolio estricto, imitada más tarde por Francia. Sin embargo, el dominio español estaba tan extenso que resultaba insuficiente e irregular el abastecimiento de las colonias tanto insulares como continentales. Aquel hecho fue un tema de quejas de los colonos españoles para con su soberano a lo largo de la época colonial.

Los Países Bajos sacaron partido de aquella situación. La gran tradición comercial de los Flandes les permitía distribuir por toda Europa del Norte las riquezas y el metálico proporcionados por el Imperio americano. Ya separados de Madrid, incrementaron esta función sin olvidar la voluntad de perjudicar a su antiguo dueño. Valiéndose de la fuerza o de la complicidad de las autoridades locales, vendían de contrabando a los colonos españoles todo lo que necesitaban (madera, telas, herramientas, armas, harina, vinos, licores, tejidos) y cargaban productos tropicales (tabaco, algodón, especias, azúcar, aguardiente de caña, cueros) pero también la preciosa sal necesaria para las famosas salazones holandesas. Para conseguir este producto, los Países Bajos se instalaron en las islas abandonadas por las otras potencias europeas: San Martín, San Eustaquio y sobre todo a orillas de las costas con lagunas de América del sur donde existían salinas naturales2 (Aruba, Bonaire, Curazao).

Las colonias inglesas instaladas durante el siglo XVII en la costa noreste de América del Norte desempeñaron también una función importante en aquel contrabando regional. Se dedicaron a proporcionar madera, telas, pescado seco, harinas a las colonias españolas y también francesas a cambio de especias, azúcar y aguardiente.

2. El sistema de la plantación en las Antillas

2.1. Una mano de obra de africanos esclavos para plantaciones azucareras integradas en un conjunto colonial basada en una logística marítima intercontinental

2.1.1. El peso de la trata

Aquel odioso comercio empezó ya a principios del siglo XVI y no se acabó sino en la segunda mitad del siglo XIX. Siempre coexistieron dos aspectos: uno oficial en el cual existían tratados y se otorgaba licencias para practicar la trata, lo que dio a los portugueses cierta supremacía hasta el siglo XVIII, que fue cuando los ingleses dominaron aquella actividad hasta la época de la abolición. Nunca pudo España satisfacer los menesteres en esclavos de sus colonias, incluso en tiempos de la Unión Ibérica cuando aprovechaba la experiencia de los portugueses. Igual ocurrió para los franceses. Por eso, el contrabando fue activo tanto en la trata oficial3 como en la ilegal. La trata de esclavos fue al origen del famoso comercio triangular en el que se integraban las monarquías europeas con sus negociantes y armadores, las costas occidentales de África (desde el Cabo Verde hasta el golfo de Guinea) proveedoras de esclavos, y el Caribe insular donde vendían a los supervivientes de aquellos siniestros cargamentos.4 El trayecto transatlántico de vuelta servía para llevar a Europa los frutos de la colonización esclavista basada en el azúcar.

2.1.2. La plantación azucarera, matriz socio-económica de las Antillas

Esta forma de colonización socio-espacial era muy diferente del modelo colonial español. Tomó forma durante el siglo XVII en las Antillas menores que estaban bajo la doble dominación francesa e inglesa. Heredera del modelo de explotación iniciado durante el siglo XVI en Madeira por los portugueses, aquella unidad agrícola integrada con una mano de obra esclava, vino a ser el núcleo socio-económico básico de la colonización europea en las Pequeñas Antillas. Motivos económicos, sociales y técnicos la convirtieron en el modelo casi único hasta la llegada del ingenio a vapor en la segunda mitad del siglo XIX. Aquella entidad espacial necesitaba una superficie suficiente para hacer rentable el molino que trituraba las cañas de sus campos de las cuales sacaban azúcar y aguardiente. Aquella superficie suponía una clase de dueños bastante acomodados que, además de las tierras, eran propietarios de la mano de obra esclava que se traía del África negra en un contexto socio-racial muy áspero que iba a marcar para siglos la sociedad antillana.

2.1.3. Una movilidad de los hombres que obedecía a códigos raciales

  • Para los esclavos: una movilidad carcelaria reglamentada por las necesidades del trabajo. La colonización europea en las Antillas fue una colonización de poblamiento. Muy rápidamente la preeminencia del cultivo de la caña a costa de cualquier otro cultivo,5hizo que fuera necesario un recurso cada vez más masivo a cautivos africanos convertidos en esclavos a su llegada en las islas. Ya a partir de los años 1670-1680 la población de origen europeo vino a ser minoritaria (Barbados, Martinica, Guadalupe). Aquella situación impuso a la población esclava una verdadera traba legislativa, tanto en las islas inglesas (código de 1688) como en las francesas (código negro de 1688). Aquellos textos, por temor a una rebelión, detallaban el menor acto de la vida del esclavo con fines represivos. Los movimientos del esclavo se reducían a la funcionalidad de un ser considerado como una mera herramienta para el trabajo, que se tenía que cuidar para conservarla pero también que vigilar para que no escapara de su condición. Los trabajos que se daban a las diferentes categorías de esclavos establecían una especie de jerarquía. En los campos, del amanecer al atardecer, el esclavo no tenía sino sus pies descalzos para desplazarse según horarios estrictos y bajo una vigilancia constante que se ejercía desde su lugar de trabajo hasta su cabaña. El esclavo en la casa del dueño podía aprovechar una libertad de movimientos un poco más extendidos, pero siempre dentro del ámbito de una servidumbre sometida a los deseos de los dueños que, a veces, podía acompañar en sus desplazamientos. En fin, la movilidad de los esclavos era muy reducida, repetitiva y bajo orden. Los momentos de descanso resultaban limitados y nocturnos.
  • Había pocos libertos en aquella sociedad. En el marco urbano, los que gozaban de aquel estatuto se movían en un espacio de vida más extenso, que se podía comparar al espacio que recorrían las clases más populares de la población blanca.
  • El dueño esclavista, si además poseía un título de nobleza, gozaba de todos los privilegios ligados a aquella clase de plantadores. Sin embargo, muy pocos eran los que emprendían un viaje por el Atlántico. Tenían la exclusiva de aquellos viajes los funcionarios coloniales civiles y militares, los importantes comerciantes o los jóvenes hidalgos que iban a "estudiar humanidades" en la metrópoli.

La sociedad antillana de los siglos XVII y XVIII calcaba las clases sociales de la sociedad europea. Era una copia empeorada por la terrible agregación de la esclavitud que convertía al esclavo en un bien material en contra de quien reforzaban la iniquidad y la violencia de los medios de coacción por temor a la rebeldía contra su condición.

La geografía de las "islas del azúcar" hizo coexistir espacios ocupados por las plantaciones y extensas zonas de selva deshabitadas. Los primeros privilegiaban las llanuras costeras, las segundas se ubicaban en el interior montañoso (Guadalupe, Martinica, Jamaica). Las ciudades eran puertos salvo unas aldeas en el interior de las islas más grandes. Con más frecuencia que en los territorios españoles, los plantadores vivían en sus plantaciones. Las ciudades, ante todo, eran factorías para los comerciantes y lugares de residencia para el poder colonial civil, militar, religioso, judicial y administrativo. Tratándose de la arquitectura, predominaba el pragmatismo sobre lo suntuoso que se reservaba a unos pocos edificios y a las viviendas más ricas. En nuestros días, las ciudades coloniales de las Pequeñas Antillas lucen un estilo menos atractivo que él de las ciudades coloniales españolas de las Grandes Antillas o de la orilla continental.

La mediocridad las redes viarias tanto en el interior de las plantaciones como entre ellas y los puertos de carga limitaba la variedad de los medios de transporte. Para los esclavos y los blancos más pobres, andar significaba a veces llevar una carga. En la plantación no faltaban acarreos y manipulaciones, en particular en la fábrica de azúcar. Se utilizaban bestias de carga, bueyes y mulas, para mover los molinos y también para acarrear la caña utilizando carretas de ruedas llenas. Para el transporte hacia el puerto, aumentaba la gama de vehículos integrando carros, carretones y carretas. Las Autoridades de mayor importancia podían beneficiarse de una carroza, mientras los ricos plantadores se desplazaban en landó, cabriolé o tílburi, cuando no iban a caballo, privilegio del blanco rico.

Los sitios de carga eran los lugares de mayor importancia en la colonia cuya economía estaba extravertida por completo. Vendía todo lo que producía y compraba todo lo que necesitaba incluso la mano de obra esclava. Generalmente, se trataba de una simple bahía, las naves más grandes fondeaban en la rada y las barcas iban y venían entre la nave y la costa, cargadas con toneles, sacos y tinajas.6 Los estibadores eran esclavos, algunos libertos ocuparon cargos en relación con las actividades portuarias que también atraían a las clases más humildes de los blancos.

2 2. El fraccionamiento de las Antillas en posesiones coloniales rivales

Al principio del siglo XVII, las monarquías inglesas y francesas, imitadas más tarde por los recién Países Bajos durante la segunda mitad del siglo, trataron de establecer colonias en las Antillas. Sus corsarios fueron las más veces los pioneros de aquellos establecimientos que, tras haber sido un complemento de sus actos de depredación en contra de los intereses españoles, se convirtieron en establecimientos permanentes con sus propias fuentes de riqueza. Aquellas colonias de poblamiento se establecieron con dificultades a causa de las reacciones hostiles de los Kalinas en el arco de las Antillas menores. No fue sino por los años 1680 cuando acabaron los conflictos entre amerindios y europeos. Los amerindios iban a desaparecer con rapidez frente a la nueva demografía esclavista que se instauró en las islas del azúcar.

Si a veces ingleses y franceses se aliaron contra los Amerindios hasta compartir la isla de San Cristóbal, rápidamente se opusieron las dos monarquías. Los conflictos anglo-franceses dominaron la historia de las Antillas desde el fin de siglo XVII hasta el principio del siglo XIX. Durante el siglo XVII los Países Bajos se inmiscuyeron en los conflictos, aliados de uno u otro país, pero las más veces aliados de los ingleses. Las islas del arco antillano cambiaron varias veces de bandera a raíz de graves destrucciones que parecían a las de las incursiones de piratas.7

Si los Países Bajos no obtuvieron más que unos escasos archipiélagos y Surinam, Francia estructuró sus posesiones en torno a Martinica y Guadalupe antes de que Santo Domingo tomara toda su importancia durante el siguiente siglo. Los Ingleses, en Barbados y Jamaica, poseían sus bases más fuertes.

Fue durante el siglo XVIII cuando aumentó y se extendió el conflicto franco-inglés.8 Era la copia antillana de un antagonismo que se desarrollaba tanto en Europa como en otros continentes (Asia, América del Norte) como ocurrió durante la guerra de los Siete Años (1756-1763). En las islas los botines de guerra eran menos sangrientas que durante el siglo precedente y el nuevo soberano se contentaba con garantizar a sus nuevos súbditos la continuación de sus actividades.9 Los términos del tratado de París (1763) pusieron claramente de relieve la importancia económica de las islas del azúcar. A pesar de su derrota, Francia consiguió conservar Martinica y Guadalupe a cambio de su ambición de conquista en América del Norte. En aquella época, fue considerado como un éxito diplomático.10

Las islas del azúcar hicieron la riqueza de aquellas dos monarquías durante el siglo XVIII. Formaban la periferia colonial más rica de Europa junto con la América española que inundaba la Europa mercantil con sus metales preciosos.11 Aquella riqueza era más provechosa para los comerciantes que para los plantadores quienes, muchas veces, eran deudores de aquellos. También era provechosa para los armadores y la burguesía mercantil de los puertos como Londres, Bristol, Liverpool, Ámsterdam, Burdeos, Nantes, La Rochela. Contribuyó también en afianzar la potencia de los "merchant adventurers" quienes, al buscar futuros importantes beneficios, apoyaron a inventores que fueron los iniciadores de la revolución industrial que iba a desclasificar el mercantilismo colonial

Los conflictos en las Antillas eran sobre todo batallas navales. Si durante el reinado de Luis XIV se reforzó grandemente la armada de guerra de Francia, el siglo XVIII vio el triunfo de su rival inglés que se manifestó en el desastre franco-español de Trafalgar (1805) en pleno período napoleónico.12 En cada conflicto en las Antillas, los dos enemigos integraban la dimensión naval de manera distinta. Los franceses no tenían escuadra permanente en las Antillas, en caso de conflicto era necesario que llegara una escuadra de Francia, cargada de soldados de infantería para los combates terrestres. Las dificultades de la travesía exigían un tiempo de descanso para que los soldados pudieran operar.

Al contrario, Inglaterra disponía de una escuadra permanente en el Caribe, que muchas veces fondeaba en English Harbour13 en Antigua, a unas millas al norte de Guadalupe. De este modo, Inglaterra contrabalanceaba la escasez relativa de su infantería por la disponibilidad inmediata de su armada.

La marina inglesa no tenía equivalente. Las naves de guerra eran entonces grandes buques de varias cubiertas y los más imponentes llevaban varios centenares de cañones, y disponían de aparejos difíciles de maniobrar durante los combates navales. El éxito dependía de la rapidez de maniobra de la armada, de la destreza de los artilleros y del genio del almirante jefe en interpretar rápidamente la situación. Los oficiales británicos eran excelentes profesionales así como las brigadas. Los marineros tenían una buena práctica al igual que los artilleros que disponían de cañones de disparos rápidos y precisos.

El éxito en un combate naval significaba una victoria probable en el conflicto. Y quien dominaba el mar, dominaba el Caribe. Fue así como el golfo de México y el mar de las Antillas fueron espacios marítimos dominados por España, luego por los Países Bajos durante algún tiempo, y por fin por Inglaterra.

2.3. La movilidad ilegal: la obsesión de las autoridades

2.3.1. En tierra: el gran temor a los cimarrones

Muy temprano, los esclavos intentaron rebelarse. Las crónicas oficiales registran numerosos motines siempre reprimidos con dureza. La obsesión de la sociedad esclavista era que sus esclavos se rebelaran o fugaran, siendo las dos perspectivas un peligro para el sistema de la plantación azucarera.

Para los esclavos, fugar era una posibilidad de escaparse de su destino, a pesar de los horribles castigos a que se exponían. La extensión de las plantaciones azucareras en las islas redujeron los espacios propicios a la fuga. En una isla como Barbados con una topografía marcada por una pocas colinas, esconderse era mucho más aleatorio que en las montañas de Dominica, Granada, en el interior del macizo de Guadalupe o en las regiones kársticas de Jamaica (Cockpit Country). Nacía une fuerte solidaridad entre las autoridades y los plantadores para buscar y castigar a los fugitivos.

¿Por qué no intentaron los fugitivos escaparse por el mar? Sin duda, hay en esta actitud, un rasgo eminente de la mentalidad antillana heredada de la esclavitud. Aquellas poblaciones guardaban un recuerdo horrible del viaje transatlántico en fondo de las calas de las naves negreras. Para ellas, el mar era sinónimo de esclavitud y desgracia. Era también el área donde los piratas y filibusteros las capturaban como botín. Además era un espacio de guerra en el cual patrullaban las armadas reales. Para la mayoría de los esclavos fugitivos, el mar se convirtió en un área prohibido, peligroso, cerrado por las autoridades o los piratas, dos entidades que no tenían interés en debilitar el sistema del cual sacaban su riqueza.

Sin embargo, los cimarrones pudieron beneficiar de la complicidad de otros rebeldes: los Amerindios refugiados en islas como Dominica o San Vicente.14 Gracias a esta complicidad tomaban la vía marítima entre las islas. También hubo cimarrones que se unieron a los piratas en algunas expediciones. Pero, poco acostumbrados a la navegación, los fugitivos preferían, con mucho, penetrar en la sierra selvática y deshabitada (Blue Mountains en Jamaica15). Los cimarrones tuvieron más acierto en las inmensidades selvas de las Guyanas donde establecieron verdaderas comunidades y reanudaron el uso de los caminos de agua utilizados por las poblaciones indígenas de amerindios. Hoy, aquellas poblaciones negras (Saramacas, Boui) son los mejores piragüeros de los ríos guyaneses.

Los cimarrones vivían aislados por razones de seguridad, y practicaban algunos de sus usos y costumbres africanos. Su economía de subsistencia era antagónica con la economía de las plantaciones azucareras.

2.3.2. La persistencia de la piratería y del contrabando

A medida que se estabilizaba la instalación de los Europeos en las Antillas, las patentes de corso se hicieron más escasas. Las autoridades de las monarquías inglesas y francesas pesaron más sobre la administración y la explotación de las colonias. Una autoridad real centralizadora que acentuó la rigidez del mercantilismo colonial se sustituyó a las compañías privadas fomentadas por el genio mercantil de los holandeses, imitados más tarde por los franceses. Aquella situación iba en contra de las metas de los numerosos "aventureros de los mares" que, a partir de entonces, trabajaron por cuenta propria, reuniendo verdaderas flotas con tripulaciones de diversos orígenes. Durante el siglo XVIII particularmente, piratas y filibusteros se volvieron los enemigos de los almirantes reales. En algunas circunstancias, colaboraban con la armada real y conseguían parte del botín. Pero, como los conflictos anglo-franceses se intensificaban y se volvían inestables las alianzas, tuvieron que integrarse o tomar el riesgo de la ilegalidad frente a las armadas oficiales cada vez más potentes.

Como se evocó antes, la ilegalidad tenía como soporte la diferencia entre los menesteres de los colonos en todo el Caribe y lo que les traía su flota nacional. En aquellas sociedades coloniales muy extravertidas que reproducían los esquemas socio-políticos de Europa y tenían por eso pocas características tropicales, se necesitaba una gran variedad de flete: cargamentos comerciales, barcos negreros llenos de cautivos, viajeros transatlánticos eran tantas oportunidades para que se enriquecieran los depredadores de los mares al tiempo que satisfacían, a su manera, las necesidades de los colonos. A ello, cabía añadir el saqueo de las ciudades-puertos sin que se preocuparan de las alianzas militares de la colonia ni de la bandera que ondeaba sobre aquellas ciudades. Todas las ciudades, a semejanza de las españolas, tuvieron que edificar fortificaciones tanto en contra de las expediciones armadas del enemigo como en contra de las incursiones de los piratas.

Así pues, contrabando y piratería se mezclaban íntimamente. En realidad, las naves oficiales también podían practicar el contrabando. Los holandeses eran los más diestros en este terreno: escondidas en alta mar, sus naves mercantes esperaban a que se sobornaran a las autoridades españolas para luego efectuar sus transacciones, en particular en los puertos de la costa Caribe de América del sur.

3. Conclusión

En el último tercio del siglo XVIII, antes de que se rebelaran las colonias inglesas del continente y soplaran los vientos revolucionarios resultantes de las ideas del siglo de las Luces, el Caribe fue un espacio vital para las monarquías europeas. Para establecer su primacía, compitieron allí las dos monarquías más potentes, inglesa y francesa, siendo el espacio caribeño uno, entre otros, de los sitios de sus enfrentamientos. Las hostilidades se concentraron en algunos sitios nodales en los que, en caso de treguas siempre precarias, se desarrollaba una feroz competencia. El primer nudo estratégico era el Paso de los Vientos ubicado entre la Cuba española al oeste, la Hispaniola francesa al este y la Jamaica inglesa al sur. El segundo era la salida oriental del golfo de México entre la Florida española, y las Bahamas británicas salpicadas de islotes que eran tantas guaridas de filibusteros. Por ella transitaba la mayoría de las naves que salían del Caribe para iniciar la travesía del Atlántico.

En el sur existía otra puerta marítima, entre la isla de Trinidad, inglesa desde hacía poco, y el trío de islas holandesas a la altura de las costas de Nueva Granada la cual se negaba a reconocer la existencia legal de las tres Guyanas francesas, inglesas y holandesas. Por último, el istmo de Panamá suscitaba la envidia por ser una estrecha franja de tierra que abría el paso hacia las riquezas mineras de los Andes y las especias de extremo Oriente.

La colonización europea revolvió el espacio caribeño. Con adjuntar el Caribe al occidente, Europa hizo pagar un precio exorbitante a las poblaciones indígenas que se vieron diezmadas y esclavizadas, mientras desaparecía su cultura. Implantó en las islas y en las costas del continente una forma de explotación plantocrática basada en el azúcar y apoyada en una muchedumbre de esclavos desraizados de su África natal. A lo largo de los siglos, aquellos esclavos africanos se criollizaron en el seno de un sistema carcelario del cual no podían escapar sino para fugar rumbo a los extensos espacios de la selva o de la sierra. El sistema colonial español, basado en las minas y la ganadería, y las islas del azúcar en las Antillas se desarrollaron gracias a una economía extravertida cuyo segmento logístico transatlántico era vital. Dominar aquel segmento fue, durante cuatro siglos, uno de los motivos de los conflictos entre las monarquías europeas puesto que sacaban gran parte de su potencia de sus colonias en el Caribe.


 

1 Aquel famoso corsario británico se apoderó de Panamá por sorpresa, pasando por tierra, tras haber atravesado el istmo. La cuidad fue destruida. Hoy día, se pueden ver todavía las ruinas de aquel desastre. Henri Morgan acabó su carrera como gobernador de Jamaica.

2 Hoy, Bonaire sigue siendo una isla productora de sal. Las salinas de San Martín funcionaron hasta durante el segundo Imperio francés.

3 Después de capturar los barcos negreros y sus cargamentos, o ir ellos mismos a las costas africanas para embarcar a los cautivos, los piratas asaltaban los puertos españoles donde vendían su cargamento a precio de oro bajo amenaza.

4 Se ha estimado a un cuarto del total la mortalidad de los negros cautivos durante la travesía del Atlántico.

5 El tabaco fue el primer cultivo de exportación en las Antillas, explotado en pequeñas fincas con una mano de obra por parte compuesta de contratados blancos. En la segunda mitad del silgo XVII, la producción de tabaco hecha por los esclavos en las colonias inglesas de América del Norte suplantó definitivamente la producción de las Antillas menores.

6 Las Antillas suministraban productos de fuerte valor bajo un volumen reducido (azúcar, ron, café), de fácil manipulación (sacos y toneles) y muy poco perecederos.

7 Destrucción de plantaciones, captura de esclavos, saqueo de ciudades-fuertes.

8 Los Países Bajos eran los aliados de los Ingleses y España él de los Franceses.

9 Así, en tiempos de la ocupación inglesa de Guadalupe, durante la guerra de los Siete Años, el azúcar local competía con el azúcar de Barbados en el mercado londinense.

10 El nacimiento de los Estados Unidos en 1782 apareció, por parte, como una revancha para la monarquía francesa.

11 En 1790, el comercio entre Barbados e Inglaterra era superior en valor al de Inglaterra con los Estados Unidos.

12 Derrota francesa en la bahía de Les Saintes en Guadalupe en 1782.

13 Allí fue donde Nelson, el joven oficial de armada, hizo su aprendizaje, a fines del siglo XVIII.

14 Como no podían acabar con las rebeldías y la fuga de los esclavos, a fines del siglo XVIII los ingleses deportaron a los cimarrones mestizados de Kalinas (llamados Black Caribs) hacia las islas del golfo de Honduras a la altura de lo que era la Honduras británica.

15 En el interior kárstico de Jamaica, las autoridades nunca pudieron acabar con la fuga de los esclavos. Tuvieron, en medio del siglo XVIII, que firmar un tratado de coexistencia con las comunidades de cimarrones de la región.

Autor(a) : Jean-Pierre Chardon
Traducción :  : Alfred Regy

Arriba