GEOPOLÍTICA
 
Tensiones étnicas

En el artículo titulado “Las migraciones intra-caribeñas”, ya se mencionaban las tensiones causadas por los flujos de emigrantes que existen en el Caribe. En 2014, no se redujeron aquellas tensiones, sino todo lo contrario.

La implicación de los Haitianos es masiva en los flujos y en las diásporas. Según varias fuentes (ONU, ONG), 50 000 personas se habrían ido de Haití después del seísmo del 10 de enero de 2010. Son probablemente mucho más, ya que siempre se minimiza la emigración clandestina. Los destinos escogidos por los inmigrantes tienden a ser siempre los mismos. La mayoría de los haitianos voluntarios para la emigración está en busca de nuevas tierras de acogida porque las entidades vecinas los rechazan y son víctimas de una regulación más rigurosa de parte de los Estados Unidos que intentan limitar el flujo de inmigrantes , sobre todo si no son “cerebros” (informáticos, ingenieros, científicos...).

Al parecer, el nuevo “El Dorado” acogedor para los inmigrantes, que se perfila, es Brasil. Las vías de acceso se revelan siempre improbables y caóticas. Los emigrantes recorren la ruta por etapas sucesivas, primero desde Haití hacia la República Dominicana, de allí hacia Panamá o la isla de San Martín, para luego llegar a Venezuela, Colombia y Ecuador. Saliendo de Iquitos, llegan a las grandes metrópolis brasileñas de la costa este y sur, sobre todo San Paolo. Brasil, a pesar de un crecimiento más flojo que a la vuelta de los años 2010, está en busca de una mano de obra capacitada y barata. Resulta que los haitianos que emigran son, muchas veces, artesanos ( fontaneros, electricistas, carpinteros...) o obreros más o menos calificados. Los demás, sobre todo las mujeres, hallan trabajo en la hostelería (servicio de comida y de limpieza). Muchos brasileños que han salido adelante buscan a trabajadores para el servicio doméstico ( empleados de limpieza, jardineros), porque los autóctonos que sacaron provecho de un alto crecimiento durante los últimos quince años, aspiran a otros empleos. Para lo haitianos, aquello significa la certidumbre de disponer de un techo, y de una retribución que permitirá ayudar a la familia que permaneció en el país. El problema que se plantea es saber en qué medida este flujo reciente se intensificará o no.

En las islas del archipiélago o en las entidades vecinas, aparecen desde unos 14 meses muy fuertes tensiones que perjudican los principios de la democracia y hasta los sencillos derechos humanos. La República Dominicana, acostumbrada desde mucho tiempo a una actitud de exclusión para con los haitianos, endureció significativamente, a partir del 14 de octubre de 2013, su política de inmigración y hasta tomó unas medidas inicuas. Es así que el Tribunal constitucional decretó que todos los haitianos residentes en el país desde 1929 (!!!), incluyendo los que nacieron en la República Dominicana desde aquella fecha, debían salir del país por ser considerados como inmigrantes ilegales. De hecho, individuos de la tercera generación, nacidos en la República Dominicana, que no comprenden ni hablan el criollo (lengua oficial de Haití) y que nunca entraron en contacto con el país, salvo de manera episódica como cuando uno sale a visitar a los lejanos primos de América, podían ser expulsados, incluso los niños pequeños. En cualquier momento, aquellas poblaciones pueden ser arrestadas y acompañadas a la frontera. No obstante, la mayoría de ellos había optado por la nacionalidad dominicana. Como Haití no reconoce la doble nacionalidad, se convierten en apátridas. Estas medidas provocaron en su tiempo un clamor de protestas y florecieron numerosas condenas oficiales o particulares. Sin ningún resultado. En noviembre de 2014 se agudizó la situación. La Comisión interamericana de Derechos Humanos condenó al estado Dominicano que amenazó salir de la Comisión. El Presidente actual y el ex Presidente (Leonel) aprobaron los dos las decisiones del Tribunal constitucional. Sin hablar del aspecto moral, ético, o del sencillo respeto a la persona humana, en caso de aplicar estrictamente la ley, las consecuencias serían catastróficas para la economía del país. A pesar de las dificultades, se estima que de 500 000 a un millón de haitianos o descendientes de haitianos viven en la República Dominicana. Entre ellos, se contaría con un número de 250 000 niños. Los descendientes de haitianos, como los inmigrantes más o menos antiguos, ocupan muchos puestos en el sector del turismo y de la hostelería, de la restauración de edificios, y de los transportes. Son también un elemento esencial de la industria de la caña (alrededor de 400 000 de ellos trabajan en los bateyes que son verdaderos enclaves sin la menor comodidad, con condiciones sanitarias lamentables y condiciones de trabajo que siguen siendo las de la esclavitud). A contrario, no cabe olvidar que las diásporas dominicanas son muy importantes en toda la región y que fuera de la isla de Hispaniola pueden crecer las tensiones entre comunidades.

La tercera situación preocupante en la zona es la de las Bahamas. Desde hace dos meses las autoridades persiguen a los inmigrantes haitianos, sin hacer caso de aquellos que han podido entrar en el archipiélago de las Bahamas legalmente. En Haití no han desaparecido las dificultades consecutivas al seísmo de enero de 2010, aunque aparezcan unas escasas señales de reconstrucción. Todavía hay muchas tiendas de campaña “provisionales” donde se abriga la población. Tanto La epidemia de cólera de 2011-2012 como los extravíos políticos (El Presidente Mathely ha aplazado sine die las elecciones legislativas, lo que provocó ira y manifestaciones que condujeron a la muerte de tres personas el pasado 19 de noviembre) incitan a numerosos haitianos a salir del país. Las pateras, que habían desaparecido, vuelven a salir. En mayo de de 2014, muchas fueron reconocidos por los “Coast Guards” norteamericanos que prestaron asistencia a personas en peligro. La crisis también impacta las islas Bahamas. Pero sobre todo, aunque los migrantes haitianos hayan participado al desarrollo del archipiélago desde el siglo 19, las actuales densidades superan los 800 habitantes/KM2 en la principal isla habitada (New Providence) lo que significa que las zonas ocupadas tienen densidades superiores a los 1200 hab/km2.

En tales condiciones de crisis y de fuerte concentración humana, se desarrollan una exasperación y un delirio en relación con aquellos flujos de emigrantes. Hasta tal punto que las imágenes que emiten las televisiones regionales, que recuerdan a través de varios puntos comunes las siniestras redadas de la segunda guerra mundial, provocaron violentas protestas. Así, La policía bahameña detiene a niños en jardines de infancia, para llevarlos a centros de internamiento, y sacan a los padres de sus cabañas al alba. Ha empezado una verdadera caza al inmigrante. No se sabe mucho, pero la legislación bahameña exige que los inmigrantes tengan un permiso de trabajo, pero el patrón es quien lo pide. Este puede entonces ejercer presiones sobre su empleado y su interés es que aquel permiso sea expedido lo más tarde posible (menor sueldo y ningún respeto de las condiciones de trabajo). Involucradas en otras causas, las grandes voces del escenario internacional guardan silencio. Sólo unos pocos abogados e intelectuales valientes se arriesgan a mediatizar la situación de los haitianos de la República Dominicana o de las Bahamas. Teniendo en cuenta estos datos, las tensiones evocadas se revelan preocupantes en un Caribe insular que, al parecer, había instaurado relaciones apaciguadas entre las diferentes entidades. Además de la falta de respeto de principios democráticos que se creían fuertemente establecidos en la región, es real el peligro de enfrentamientos entre comunidades.


Algunas cifras:

  • 850 000 haitianos viven en los Estados Unidos, entre ellos 300 000 en Florida y 100 000 en el condado de Miami.
  • En la República Dominicana vive un promedio de 500 000 haitianos.
  • 85 000 haitianos viven en las Bahamas, es decir el 25% de la población total. Entre ellos 40 000 serían inmigrantes ilegales.
  • 20 850 viven en Guyana Francesa, 20 000 en Guadalupe y 5000 en Martinica.
  • 40 000 viven en el Brasil.

 

 

Autor(a) : Monique Bégot
Traducción :  : Alfred Regy

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