POSICIÓN EN EL MUNDO
 
"Mediterráneos atlánticos"

 

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La larga acumulación de navegaciones, experiencias, intercambios, comercio, avances e innovaciones hicieron entrar en el seno del mundo conocido, en el mundo de las economías de las potencias europeas, lo que el imaginario colectivo denominó primero ab Antilla, y después islas del Caribe, A continuación, varios sistemas de «Mediterráneos» hicieron del Atlántico un océano finito en vez de ser un lugar desconocido.

Por «Mediterráneo», categoría forjada a partir del mar epónimo, conviene entender circuitos de navegaciones frecuentes que van implantando de isla en isla, emporios y colonias, explorando todas las formas de esa empresa marítima y apoderándose del mar a partir del mar. Los fundamentos de esta apropiación son muy antiguos. Una corriente de intercambios que data de la Antigüedad recorrió el litoral atlántico desde las columnas de Hércules hasta Mogador, en el sur, y hasta los brumosos mares del norte. Los fenicios se dedicaban al comercio del estaño, de la sal y del plomo, los cartagineses al de la púrpura y los romanos aunaban el comercio y el avituallamiento de sus legiones. La aventura atlántica lejos de las costas empezó en el norte. A finales del siglo IX, hacia el año 980, 30 000 noruegos se instalaron en Islandia y llegaron hasta Groenlandia. Una navegación por los mismos paralelos, saltando de isla en isla, los llevaba con regularidad hasta el norte de Terranova. Fue el primer Mediterráneo atlántico.

El segundo se hizo en el sur. Combinación compleja de la colonización ibérica, de la dinámica capitalista de los grandes comerciantes italianos, del desarrollo de la caña de azúcar y de los avances de la navegación. Impulsó el desarrollo de las islas atlánticas: Canarias, Azores y Madeira. Se elaboró allí el sistema de la plantación azucarera, establecido anteriormente en Palestina, en los reinos latinos de Oriente, antes de pasar a Sicilia y luego a Andalucía, así como el sistema de la trata de esclavos para las plantaciones. Allá por el año 1300, el azúcar de Madeira llegó al mercado de Brujas. Fue el segundo Mediterráneo atlántico. Para que existiera, fueron necesarias las demandas de los mercados de Europa las fuertes bases de población del Algarve portugués y de Andalucía, bases que faltaban en el primer Mediterráneo atlántico. También fue necesaria una buena acumulación de capitales ibéricos, italianos y alemanes que estimulasen un vasto sistema de intercambios. Por último, fueron necesarias nuevas micro innovaciones para navegar por la zona de los alisios.

Para que naciera el tercer Mediterráneo atlántico, el Mediterráneo americano, harían aún faltas no pocas acumulaciones de conocimientos, grandes y pequeñas innovaciones, entre las cuales el timón de codaste y la vela móvil que habrían de permitir bordear las costas. Cuando las primeras expediciones de Colón abrieron la ruta, entonces, el sistema bien aquilatado en el segundo Mediterráneo, pudo extenderse al mismo tiempo que la búsqueda del oro y de la plata. En los mercados europeos se incrementaba cada vez más la demanda, El sistema del azúcar, y su corolario la trata de esclavos, podían reproducirse allí. El segundo Mediterráneo atlántico, que se había extendido progresivamente a las islas de Cabo Verde, encontró su homólogo al final de la ruta de los alisios y de sus corredores de aceleración. Se pudo seguir saltando de isla en isla, ejercicio en el que destacaban, desde hacía siglos; los navegantes del norte y del sur de Europa. Los puertos del atlántico, tras haber sido Finis Terrae, final de las tierras, se convirtieron en puertas de salida a la ruta de los alisios y de los westerlies que llegó a ser la de las riquezas para los mercados de Europa.

El tercer Mediterráneo atlántico abrió al Viejo Mundo nuevos horizontes. El Gran Océano dejaba de ser un océano sin límites ni orillas. Se desplegaba en él la intensidad de los circuitos marítimos. Durante varios siglos, la navegación y las apropiaciones habían recortado Mediterráneos atlánticos por el ancho océano. El tercer Mediterráneo iniciaba la era americana.

Autor(a) : Pascal Buleon

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