MOVILIDADES Y MIGRACIONES
 
Migraciones (1960-1990)

 

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Después de un periodo de estabilidad relativa, los movimientos de poblaciones y migraciones se vuelven de nuevo más complejos. Algunos estados continentales permanecen atractivos como Venezuela, Panamá o Guayana Francesa que todavía acogen a muchos emigrantes de procedencia cercana: brasileros y surinameses en Guayana, gente de origen más lejana en Venezuela. Durante los últimos cincuenta años la región ha sido una zona de donde se salía. Como México y los países del istmo salvo las dos excepciones de Bahamas y las Islas Vírgenes americanas, el archipiélago tiene un importante déficit migratorio. Primero se destacan las emigraciones jamaiquinas, cubanas, dominicanas y haitianas, como consecuencia del contexto político para algunas, económico para otras. Con frecuencia, la prensa y los medios se hacen eco de dramáticos acontecimientos de balseros, de “boat people” apresados por los guarda-costas norteamericanos. A pesar de que la discontinuidad territorial sea un obstáculo y acumule peligros, al contrario de lo que puede ocurrir en los continentes, incrementa cada vez más el número de los voluntarios. El mito de un el dorado, o más sencillamente la voluntad de sobrevivir, alimentan los flujos clandestinos.

La oposición entre grandes Antillas y pequeñas Antillas es patente. De esta manera los 260.000 emigrantes anuales de Haití no representan más que el 3 o 4% de la totalidad de la población, mientras que los 1800 que salen de Granada y los 1000 de Dominica representan 18 y 14% de los isleños. En treinta años el equivalente a la mitad de la población de las pequeñas Antillas ha emigrado. Casi siempre son los jóvenes más dinámicos y a veces los más educados los que se manifiestan como candidatos a la emigración, lo que plantea temibles problemas de desarrollo a los países que quedan sin energía creativa ni élites intelectuales o técnicas. Tradicionalmente, los flujos se dirigen hacia las antiguas metrópolis, con las que se han guardado vínculos muy fuertes, cierta connivencia cultural y una lengua común. Sin embargo, la zona más atractiva resulta ser Norteamérica, y sobre todo los Estados Unidos, a pesar de las dificultades. La integración es difícil en una sociedad que manifiesta todavía mucho ostracismo, cuando no es racismo, contra las poblaciones negras. Los motivos más evidentes de esta marginación residen en el menor desarrollo cultural o el menor nivel de capacitación profesional.

Si durante largo tiempo Martinica y Guadalupe fueron globalmente centros de emigración, han sido también sitios de acogimiento, atractivos por su alto nivel de vida, pero también porque poblaciones con poca capacitación han aceptado sueldos menores de lo que prescribía la legislación para empleos muchas veces estacionales. Se ha observado un fenómeno similar entre Haití y la República Dominicana que ha utilizado, en condiciones de casi esclavitud, a una masa de jornaleros en las plantaciones de azúcar. En paralelo, aparecen algunos movimientos de regreso a la patria que son efectivos pero que difícilmente se pueden cuantificar. En términos económicos y financieros las diásporas favorecen el desarrollo de diversas actividades en las islas nativas. La esperanza de volver al país favorece la construcción de casas, de edificios, lo cual les permite vivir a los que se quedaron. En términos culturales, los movimientos de las poblaciones desempeñan un papel de difusión de la cultura del Caribe en el mundo.

Autor(a) : Monique Bégot

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