ECONOMÍA
 
La tierra, una cuestion clave
Agricultura (2006-2009)

 

Las producciones de la agricultura caribeña son el reflejo de un conjunto original marcado por una gran diversidad. Entremezclados con los cultivos de plátanos, café, caña de azúcar, se encuentran producciones de cítricos, frutas tropicales, cría bovina, caprina, ovina, y cultivos de cereales peculiares a la zona.

La tierra y las organizaciones agrarias también presentan esta diversidad de situaciones que es la base de la variedad de cultivos y paisajes de la zona. Muchas veces el medio ambiente es factor de dificultades y conduce a una oposición entre espacio continental y espacio insular. Las historias nacionales influyen en las opciones de las políticas agrícolas y se perciben claramente las diferencias mientras permanecen los problemas: la falta de tierra, la gestión del agua, la preservación de la cubierta forestal que tanta importancia tiene para regiones que sufren ciclones con regularidad,y el sostenimiento de una población agrícola son tantos temas para investigar a fin de evaluar los desafíos del futuro en un sector agrícola primordial para el espacio caribeño.

La globalización mostró sus límites sobre todo en las economías extrovertidas: el bloqueo por causas sociales (fácilmente se paraliza una isla, como fue el caso de Guadalupe y Martinica en febrero de 2009), climáticas o debido al estancamiento del mercado, reveló que producir para alimentarse es una necesidad imprescindible.

El surgimiento de un mercado regional en tales contextos llega a ser el verdadero desafío para el futuro.

Insuficiencia de tierras agrícolas provechosas

Si algunas entidades presentan índices elevados como Cuba con más del 60% de la superficie total aprovechable o el Salvador (75%), otras tienen menos recursos como Antigua y Barbuda con menos del 10% o incluso Belice que no puede utilizar sino el 6% de su superficie en la agricultura. Sin embargo, las potencialidades no significan que las agriculturas sean exitosas. Los Estados Unidos con apenas 45% de tierras agrícolas son por excelencia la Gran potencia agrícola.

Es preciso matizar este primer examen. En la región, hay entidades que a veces padecen fuertes desventajas: escasez de tierra como en Anguila, entorno físico inadecuado a la agricultura como en las extensiones coralinas de las Bahamas donde apenas algunas islas tienen una ocupación humana, relieve montañoso de Dominica, durante largo tiempo impropio para los grandes cultivos de exportación tales como la caña o el plátano, pero que hoy se revela atractivo para la fruticultura, vertientes empinadas de las cordilleras donde tuvieron que acondicionar bancales para rentabilizar los cultivos.

Por fin, no cabe olvidar que en esta región, el agua sigue siendo el elemento clave para el desarrollo de una agricultura eficiente. En realidad, las zonas cerca del trópico de cáncer padecen de sequía como todas las otras regiones del mundo situadas en estas latitudes. Si se conoce bien el caso de México con sus áridas sierras pedregosas, se nota en Cuba, en menor proporción, una carencia de agua. Multiplicaron los embalses en el centro de la isla (retenciones colinarias), y presas que sirven tanto para el riego como para la producción de electricidad. Las islas llanas como Barbados están en una situación similar aunque la posición en latitud sea más favorable para lluvias abundantes.

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El problema de la tierra

Hasta hoy es un doloroso y espinoso problema en la cuenca del Caribe. Las condiciones de apropiación de la tierra a partir del siglo XVI con la expropiación de los bienes indígenas o la esclavización de las poblaciones nativas, la introducción y el desarrollo de la esclavitud sobre todo en el archipiélago y en algunos espacios del istmo (bajiales de la costa caribeña) y de la actual Colombia, crearon situaciones traumatizantes. De hecho, se constituyeron inmensas fincas de varios centenares de miles de hectáreas a través de la institución de la encomienda, que era como otorgar un feudo a los conquistadores y grandes familias ibéricas que se instalaban en las regiones recién conquistadas. Así, al principio del siglo XX en México, 9000 latifundistas eran dueños de las dos tercera parte de las tierras cultivadas, en las que trabajaban un sinnúmero de peones. Sería posible encontrar semejante situación en los territorios venezolanos y colombianos.

La relación de las poblaciones rurales a la tierra alternó muchas veces entre sed de posesión y rechazo de los oficios ligados a la agricultura ya que llamaban a la memoria antiguas situaciones marcadas con el sello del avasallamiento en el continente o de la esclavitud en el archipiélago. Ser dueño de la tierra todavía hoy es un problema que pocos gobiernos pudieron o supieron resolver. Las reformas agrarias, desde la más antigua, la de México bajo los auspicios de los presidentes de Porfirio Díaz a Lázaro Cárdenas que intentaron satisfacer a los pequeños campesinos indios con el sistema de los ejidos, hasta la nacionalización de las tierras por la Revolución cubana, todas las posibilidades de repartición de las tierras fueron exploradas. Pocas tuvieron éxito y por todas partes se nota una oposición fuerte entre el latifundio –aunque no tenga el mismo significado en la totalidad de la cuenca1– y el minifundio rural de menos de un hectárea. A pesar de todo, las estadísticas tienen poca precisión, pero gracias a la estimación de la superficie media en cada entidad, se pueden medir las variaciones: se encuentra de nuevo la clásica oposición entre el continente y sus anchas extensiones que permiten superficies medias más importantes y el archipiélago donde domina el minifundio de menos de 5 hectáreas.

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Los estados del istmo son como un calidoscopio, una mezcla de situaciones diversas: las superficies medias de las grandes fincas se parecen a las del continente norteamericano en México, más próximas de las de las grandes Antillas en Colombia, Nicaragua y Honduras con superficies medias de 300 a 400 hectáreas.

A esto conviene añadir una secunda discriminación. En todas partes, el minifundio rural se instaló en las tierras libres abandonadas por los latifundistas por estar situadas en las empinadas vertientes de las sierras o de los cerros, o en el fondo de valles difícilmente accesibles.

La reivindicación de tierras, todavía es un tema candente en la actualidad de las pequeñas Antillas, en particular en las Antillas francesas. En algunas islas del archipiélago, la competencia por la tierra es aguda y lo que está en juego no es la oposición entre el latifundio y el minifundio sino las diferentes modalidades de explotación de la tierra. Las muy fuertes densidades humanas (por ejemplo más de 600 hab./km2 en Barbados, 400 en Martinica), el desarrollo de las actividades turísticas en los litorales, la ocupación de las tierras llanas de las islas por las zonas industriales y comerciales, la urbanización mediante procesos de exención de impuestos como sucede en los Departamentos franceses de América, disminuyen dramáticamente las superficies agrícolas y amenazan la misma actividad de los agricultores. La especulación sobre la tierra se desarrolla en detrimento de la agricultura.

Cada año, desaparecen entre 800 y 900 hectáreas de tierras arables2. En tales condiciones, los agricultores, sobre todo los jóvenes y los más desfavorecidos tienen muchas dificultades para establecerse. El tema es cuanto más espinoso y generador de reivindicaciones y hasta de exasperación cuanto que el paro afecta a más del 26% de la población (afecta a casi el 60% de los menores de 25 años).

A pesar de que la cuenca fue una zona de inmigración durante casi tres siglos, en la actualidad la solución parece encontrarse en la marcha de muchos jóvenes: salidas hacia la ciudad, hacia otras tierras de promisión que son Canadá o los Estados Unidos y en una menor medida Europa.

Regímenes de tenencia de la tierra

Primero, cabe notar que las estadísticas respecto a este tema son claramente incompletas. Para países como Colombia o Guatemala, y más aun Costa Rica, no disponemos de información alguna. Respecto a Cuba la situación es diferente ya que los medios de producción, por lo tanto la tierra, fueron nacionalizados, y porque se desarrollan cada día más las cooperativas de agricultores.

En la totalidad de la cuenca lo que domina es el sistema del agricultor-propietario; salvo algunas excepciones, los agricultores productores representan entre el 60% y el 90% del total. Sin embargo, conviene matizar esta visión: en el caso de México las estadísticas alistan a los miembros de los ejidos (comunidades rurales) como propietarios. Pero se trata de una comunidad de bienes y ninguna parcela puede ser vendida por los campesinos, sin embargo, cada ejidatario recibe una o varias parcelas para explotar que abandona al pasto comunal tras la cosecha.

En las otras entidades, conviven agricultores-productores, pero también arrendatarios: la proporción entre estas dos formas varía de una isla a otra. Por ejemplo, el arrendamiento domina claramente en las Bahamas mientras permanece minoritario en el resto del archipiélago.

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Evolución de la proporción de población agrícola activa

El crecimiento demográfico del siglo XX generó una situación muy conflictiva que muchas veces terminó en guerras civiles cuyos objetivos eran, con frecuencia, la posesión de la tierra, incluso cuando no lo expresaban claramente. Fue el caso en Guatemala y en El Salvador que encontró una puerta de salida en la emigración hacia Honduras de una parte de su superpoblación rural, pero también más recientemente hacia México en la provincia de Chiapas.

En este principio del siglo XXI, se apacigua la situación, pero por tanto no se ha solucionado el problema.

Según nos parece, este aplacamiento viene sobre todo de un desarrollo económico que favoreció otras actividades que la agricultura.

Por eso se observó por todo el Caribe, durante los 15 últimos años, una notable disminución de la población activa empleada en la agricultura. A veces, las consecuencias pueden resultar espectaculares: Guatemala, país gravemente afectado por la guerra civil, vio bajar la proporción de su población agrícola activa del 57% al 20%. Sería igual el resultado para la República Dominicana que pudo, mediante las zonas francas, atraer a una población rural pletórica y solicitar el capital extranjero propicio para los empleos industriales o de servicios gracias a un contexto político sosegado. De hecho, disminuyó la tensión sobre la tierra.

Sin embargo, aparecen nuevos problemas como en muchas partes del mundo. Se observa un envejecimiento de los agricultores, sobre todo en las zonas donde más desarrollaron los sectores secundarios y terciarios (ej.: Martinica, Guadalupe y también Barbados) y se nota al mismo tiempo la dificultad para aquellas poblaciones de tener proyectos de vida familiar.

Otras investigaciones que no se inscriben en el contexto de este artículo podrían sin duda agudizar la percepción de lo que son los campesinos en el Caribe, pero las estadísticas internacionales ocultan muchos datos.

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Todavía durante mucho tiempo, la tierra, las estructuras territoriales serán cuestiones claves en el Caribe. La insularidad, los obstáculos físicos del istmo, las crisis políticas, sociales y económicas mostrarán la necesidad de una intensa actividad agrícola, experimentada a la vez como un elemento palpable de la supervivencia de las sociedades y como una afirmación de sus identidades. Es en este contexto que conviene valorar los esfuerzos de las entidades para diversificar la agricultura y desarrollar el cultivo de legumbres y la fruticultura.



1 Bajo este término se esconden grandes diferencias entre el continente y el archipiélago. Más de 1000 hectáreas en el continente y muchas veces de 200 a 500 hectáreas en las islas.

2 Puesto que el precio de los solares equivale a 15 o 20 veces el precio de las tierras cultivables, bien se perciben las tensiones en el mercado de las tierras.

Autor(a) : Monique Bégot

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